La vida es una sucesión de sucesos, valga la redundancia. Cada día llegan cosas a nuestra vida que, serán como nos gustan o no.
Cuando las cosas salen a nuestro gusto y como esperamos, el responsable soy yo.
Cuando las cosas salen como no me gusta y no me favorecen, tendemos a culpar al “que”, a esa cosa.
Los fracasos pueden ser grandes maestros, y una de las grandes enseñanzas que nos traen es el “quien” está detrás de ese fracaso.
Nos sirve “patear la pelota para adelante” diciendo que he fracasado por el gobierno, el jefe, el socio, el clima, el mercado o hasta la familia
Pero la sólida realidad es que el componente más importante es que el “quien” se trata de mí.
Cuando miro mis propios fracasos, los de Cristian, ese a quien veo cada mañana en el espejo, sé que me han llegado por decisiones mías tomadas en su mayoría con la emoción y no con el raciocinio.
Quizá si le preguntara a ChatGPT que hacer y siguiera su respuesta, el fracaso no sería tal. Y si fuera… ya sería culpa de ChatGPT, jajajaja.
Seamos responsables de nuestra vida a partir de las decisiones que tomemos y al menos, aprenderemos en el camino. Cada elección que hacemos nos brinda la oportunidad de crecer y desarrollarnos.
Al asumir la responsabilidad de nuestras acciones, no solo nos empoderamos para moldear nuestro destino. Sino que también adquirimos valiosas lecciones que nos preparan mejor para enfrentar futuros desafíos.
Aprender de nuestros errores y éxitos nos permite tomar decisiones más informadas y conscientes, mejorando continuamente nuestra capacidad para manejar las incertidumbres de la vida.
La autorresponsabilidad también nos ayuda a construir una mayor resiliencia. Al reconocer que nuestras circunstancias actuales son en gran parte el resultado de nuestras decisiones pasadas, podemos liberarnos de la mentalidad de víctima y asumir el control de nuestro futuro.
Esta mentalidad proactiva nos permite adaptarnos mejor a los cambios y perseverar en la búsqueda de nuestras metas, incluso cuando enfrentamos obstáculos. En última instancia, ser responsables de nuestras vidas nos conduce a una existencia más plena y satisfactoria, en la que cada paso, sea un éxito o un tropiezo, se convierte en una valiosa oportunidad de aprendizaje.