Tu mentalidad es la lente a través de la cual ves el mundo; colorea cada experiencia, cada interacción, cada desafío que enfrentas.
Hay dos mentalidades principales: fija y de crecimiento.
Una mentalidad fija cree que tus cualidades están talladas en piedra, eres quien eres y punto. Una mentalidad de crecimiento, por otro lado, cree que tus cualidades básicas se pueden cultivar a través del esfuerzo.
La diferencia entre estas dos mentalidades es dramática.
Las personas con una mentalidad fija ven los desafíos como amenazas, los evitan por miedo al fracaso, que ven como un reflejo de sus habilidades inherentes.
Las personas con una mentalidad de crecimiento, sin embargo, abrazan los desafíos, los ven como oportunidades para aprender.
La buena noticia es que la mentalidad puede cambiar. Incluso si has tenido una mentalidad fija toda tu vida, puedes desarrollar una mentalidad de crecimiento.
Comienza con la conciencia: presta atención a tu diálogo interno, a lo que te dices. Cuando enfrentas un desafío, te dices: “No puedo hacer esto” o te dices “No puedo hacer esto todavía.”
Esa pequeña palabra “todavía” es poderosa. Reconoce que, aunque puede que no seas capaz de algo en este momento, tienes el potencial de aprender y mejorar. Convierte una declaración de derrota en una declaración de posibilidad.
Cultivar una mentalidad de crecimiento también implica replantear el fracaso.
En lugar de ver el fracaso como prueba de tu insuficiencia, vélo como una parte necesaria del proceso de aprendizaje. Cada fracaso es una oportunidad para aprender, ajustar tu enfoque, crecer más fuerte y más capaz.
Recuerda: las personas más exitosas del mundo han fallado más veces de las que la mayoría de la gente ha intentado. La diferencia es que no dejaron que esos fracasos los definieran; los usaron como peldaños hacia el éxito.
Falla y aprende!
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